En Scillium, pequeña localidad de Africa, año 180
Siendo cónsules Presente, por segunda vez, y Claudiano, dieciséis días antes de las calendas de agosto, en Cartago, llevados al despacho oficial del procónsul Esperato,Nartzalo y Citino, Donata, Segunda y Vestia, el procónsul Saturnino les dijo:
- Podéis alcanzar el perdón de nuestro señor, el emperador, con solo que volváis a buen discurso.
Esperato dijo:
- Jamás hemos hecho mal a nadie; jamás hemos cometido una iniquidad, jamás hablamos mal de nadie, sino que hemos dado gracias del mal recibido; por lo cual obedecemos a nuestro Emperador.
El procónsul Saturnino dijo:
- También nosotros somos religiosos y nuestra religión es sencilla. Juramos por el genio de nuestro señor, el emperador, y hacemos oración por su salud, cosas que también debéis hacer vosotros.
Esperato dijo:
- Si quisieras prestarme tranquilamente oído, yo te explicaría el misterio de la sencillez.
Saturnino dijo:
- En esa iniciación que consiste en vilipendiar nuestra religión, yo no te puedo prestar oídos; más bien, jurad por el genio de nuestro señor, el emperador.
Esperato dijo:
- Yo no conozco el Imperio de este mundo, sino que sirvo a aquel Dios a quien ningún hombre vio ni puede ver con estos ojos de carne. Por lo demás, yo no he hurtado jamás: si algún comercio ejercito, pago puntualmente los impuestos, pues conozco a mi Señor, Rey de reyes y Emperador de todas las naciones.
El procónsul Saturnino dijo a los demás:
- Dejaos de semejante persuasión.
Esperato dijo:
- Mala persuasión es la de cometer un homicidio y la de levantar un falso testimonio.
El procónsul Saturnino dijo:
- No queráis tener parte en esta locura.
Citino dijo:
- Nosotros no tenemos a quien temer, sino a nuestro Señor que está en los cielos.
Donata dijo:
- Nosotros tributamos honor al Césarcomo a César; mas temer, sólo tememos a Dios.
Vestia dijo:
- Soy cristiana.
Segunda dijo:
- Lo que soy, eso quiero ser.
Saturnino procónsul dijo a Esperato:
- ¿Sigues siendo cristiano?
Esperato dijo:
- Soy cristiano.
Y todos lo repitieron a una con él.
El procónsul Saturnino dijo:
- ¿No queréis un plazo para deliberar?
Esperato dijo:
- En cosa tan justa, huelga toda deliberación.
El procónsul Saturnino dijo:
- ¿Qué lleváis en esa caja?
Esperato dijo:
- Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo.
El procónsul Saturnino dijo:
- Os concedo un plazo de treinta días, para que reflexionéis.
Esperato dijo de nuevo:
- Soy cristiano.
Y todos asintieron con él.
El procónsul Saturnino leyó de la tablilla la sentencia:
Esperato, Nartzalo, Citino, Donata, Vestia, Segunda y los demás que han declarado vivir conforme a la religión cristiana, puesto que habiéndoseles ofrecido facilidad de volver a la costumbre romana se han negado obstinadamente, sentencio que sean pasados a espada.
Esperato dijo:
- Damos gracias a Dios.
Nartzalo dijo:
- Hoy estaremos como mártires en el cielo. ¡Gracias a Dios!
El procónsul Saturnino dio orden al heraldo que pregonara:
- Esperato, Nartzalo, Citino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Jenaro, Generosa, Vestia, Donata, Segunda, están condenados al último suplico.
Todos, a una voz, dijeron:
- ¡Gracias a Dios!
Em nome de Cristo foram, em seguida, degolados.
(BAC 75, 352-355)
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