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domingo, 13 de novembro de 2011

Atas dos Mártires

As Atas dos mártires (acta ou gesta martyrum) são relatos dos julgamentos e sentenças de cristãos martirizados (Séc II a V).

Como fontes históricas as Atas dos Mártires estão organizadas em três grupos:

1. O primeiro grupo compreende os processos oficiais do tribunal. Contém as perguntas dirigidas aos mártires pelas autoridades, suas repostas tal como a anotavam os escrivães públicos do tribunal, e as sentenças proferidas.
A este grupo pertencem as Atas de São Justino e companheiros (segunda metade do século II); as Atas dos Mártires escilitanos na Africa, que contém as atas oficiais do julgamento de seis cristãos de Numídia, que foram sentenciados pelo procônsul Saturnino e decapitados no dia 17 de julho do ano 180. Também as Atas proconsulares de São Cipriano, bispo de Cartago, executado dia 14 de setembro do ano 258.
São estas atas que passarei a reproduzir, em espanhol. Se alguma boa alma  se dispor a traduzi-las ou souber onde encontrá-las já traduzidas, ficarei grato pela tradução ou pela indicação.É bem verdade que o texto em espanhol, aqui reproduzido, não oferece grandes dificuldades.

2. O segundo grupo compreende os relatos de testemunhas oculares ou contemporâneas. A este grupo pertence, por exemplo, as Atas de Apolônio que, na opinião de Harnak, é "a mais nobre apologia do cristianismo que nos chegou da Antiguidade".

3. O terceiro grupo abrange as lendas de mártires compostas com fins de edificação e muito depois do martírio. 



Link para as atas:
Ata de São Justino e companheiros
Ata dos Mártires escilitanos na Africa
Ata de São Cipriano

Ata de São Cipriano (258 d.C.)




En Cartago; destierro, año 257; muerte, año 258
Siendo el emperador Valeriano por cuarta vez cónsul y por tercera Galieno, tres días antes de las calendas de septiembre (el 30 de agosto), en Cartago, dentro de su despacho, el procónsul Paterno dijo al obispo Cipriano:
- Los sacratísimos emperadores Valeriano y Galieno se han dignado mandarme letras por las que han ordenado que quienes no practican el culto de la religión romana deben reconocer los ritos romanos. Por eso te he mandado llamar nominalmente. ¿Qué me respondes?



San Cipriano

El obispo Cripriano dijo:
- Yo soy cristiano y obispo, y no conozco otros dioses sino al solo y verdadero Dios, que hizo el cielo y la tierra y cuanto en ellos se contiene. A este Dios servimos nosotros los cristianos; a éste dirigimos día y noche nuestras súplicas por nosotros mismos, por todos los hombres y, señaladamente, por la salud de los mismos emperadores.

El procónsul Paterno dijo:
- Luego ¿perseveras en esa voluntad?

El obispo Cipriano contestó:
- Una voluntad buena que conoce a Dios, no puede cambiarse.

EL PROCÓNSUL — ¿Podrás, pues, marchar desterrado a la ciudad de Curubis, conforme al mandato de Valeriano y Galieno?

CIPRIANO — Marcharé.

EL PROCÓNSUL — Los emperadores no se han dignado sólo escribirme acerca de los obispos, sino también sobre los presbíteros. Quiero, pues saber de ti quiénes son los presbíteros que residen en esta ciudad.

CIPRIANO —Con buen acuerdo y en común utilidad habéis prohibido en vuestras leyes la delación; por lo tanto, yo no puedo descubrirlos ni delatarlos. Sin embargo, cada uno estará en su propia ciudad.

PATERNO — Yo los busco hoy en esta ciudad.

CIPRIANO — Como nuestra disciplina prohíbe presentarse espontáneamente y ello desagrada a tu misma ordenación, ni aun ellos pueden presentarse; mas por ti buscados, serán descubiertos.

PATERNO — Sí, yo los descubriré.
Y añadió: - Han mandado también los emperadores que no se tengan en ninguna parte reuniones ni entre nadie en los cementerios. Ahora, si alguno no observare este tan saludable mandato, sufrirá pena capital.

CIPRIANO: - Haz lo que se te ha mandado.
Entonces el procónsul Paterno mandó que el bienaventurado Cipriano obispo fuera llevado al destierro. Y habiendo pasado allí largo tiempo, al procónsul AspasioPaterno le sucedió el procónsul Galerio Máximo, quien mandó llamar del destierro al santo obispo Cipriano y que le fuera a él presentado.
Volvió, pues, San Cipriano, mártir electo de Dios, de la ciudad de Curubis, donde, por mandato de Aspasio Paterno, a la sazón cónsul, había estado desterrado, y se le mandó por sacro mandato habitar sus propias posesiones, donde diariamente estaba esperando que vinieran por él para el martirio, según le había sido revelado.
Morando, pues, allí, de pronto, en los idus de septiembre (el 13), siendo cónsules Tusco y Baso, vinieron dos oficiales, uno escudero o alguacil del officium o audiencia de GalerioMáximo, sucesor de Aspasio Paterno, y otro sobreintendente de la guardia de la misma audiencia. Los dos oficiales montaron a Cipriano en un coche y le pusieron en medio y le condujeron a la Villa de Sexto, donde el procónsulGalerio Máximo se había retirado por motivo de salud. El procónsul Galerio Máximo mandó que se le guardara aCipriano hasta el día siguiente. Entre tanto, el bienaventurado Cipriano fue conducido a la casa del alguacil del varón clarísimo Galerio Máximo, procónsul, y en ella estuvo hospedado, en la calle de Saturno, situada entre la deVenus y la de la Salud. Allí afluyó toda la muchedumbre de los hermanos, lo que sabido por San Cipriano, mandó que las vírgenes fueran puestas a buen recaudo, pues todos se habían quedado en la calle, ante la puerta del oficial, donde el obispo se hospedaba.
Al día siguiente, decimoctavo de las calendas de octubre (14 de septiembre), una enorme muchedumbre se reunió en la Villa Sexti, conforme al mandato del procónsulGalerio Máximo. Y sentado en su tribunal en el atrio llamado Sauciolo, el procónsulGalerio Máximo dio orden, aquel mismo día, de que le presentaran a Cipriano.

Habiéndole sido presentado, el procónsul Galerio Máximo dijo al obispo Cipriano:
- ¿Eres tú Tascio Cipriano?

El obispo Cipriano respondió:
- Yo lo soy.

GALERIO MÁXIMO — ¿Tú te has hecho padre de los hombres sacrílegos?

CIPRIANO OBISPO — Sí.

GALERIO MÁXIMO — Los sacratísimos emperadores han mandado que sacrifiques.

CIPRIANO OBISPO — No sacrifico.

GALERIO MÁXIMO — Reflexiona y mira por ti.

CIPRIANO OBISPO — Haz lo que se te ha mandado. En cosa tan justa no hace falta reflexión alguna.

Galerio Máximo, después de deliberar con su consejo, a duras penas y de mala gana, pronunció la sentencia con estos considerandos:
- Durante mucho tiempo has vivido sacrílegamente y has juntado contigo en criminal conspiración a muchísima gente, constituyéndote enemigo de los dioses romanos y de sus sacros ritos, sin que los piadosos y sacratísimos príncipes Valeriano yGalieno, Augustos, y Valeriano, nobilísimo César, hayan logrado hacerte volver a su religión. Por tanto, convicto de haber sido cabeza y abanderado de hombres reos de los más abominables crímenes, tú servirás de escarmiento a quienes juntaste para tu maldad, y con tu sangre quedará sancionada la ley.
Y dicho esto, leyó en alta voz la sentencia en la tablilla: —Mandamos que Tascio Cipriano sea pasado a filo de espada.

El obispo Cipriano dijo:
- Gracias a Dios.

Oída esta sentencia, la muchedumbre de los hermanos decía:
- También nosotros queremos ser degollados con él.
Con ello se levantó un alboroto entre los hermanos, y mucha turba de gentes le siguió hasta el lugar del suplicio. Fue, pues, conducido Cipriano al campo o Villa deSexto y, llegado allí, se quitó su sobreveste y capa, dobló sus rodillas en tierra y se prosternó rostro en el polvo para hacer oración al Señor. Luego se despojó de la dalmática y la entregó a los diáconos y, quedándose en su túnica interior de lino, estaba esperando al verdugo. Venido éste, el obispo dio orden a los suyos que le entregaran veinticinco monedas de oro. Los hermanos, por su parte, tendían delante de él lienzos y pañuelos. Seguidamente, el bienaventurado Cipriano se vendó con su propia mano los ojos; mas como no pudiera atarse las puntas del pañuelo, se las ataron el presbítero Juliano y el subdiácono del mismo nombre.
Así sufrió el martirio el bienaventurado Cipriano. Su cuerpo, para evitar la curiosidad de los gentiles, fue retirado a un lugar próximo. Luego, por la noche, sacado de allí, fue conducido entre cirios y antorchas, con gran veneración y triunfalmente, al cementerio del procurador Macrobio Candidiano, sito en el camino de Mapala, junto a los depósitos de agua de Cartago. Después de pocos días murió el procónsul GalerioMáximo.

El beatísimo mártir Cipriano sufrió el martirio el día decimoctavo de las calendas de octubre (el 14 de septiembre), siendo emperadores Valeriano y Galieno y reinando nuestro Señor Jesucristo, a quien es honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén .
(BAC 75, 756-761)



Atas dos Santos escilitanos (180 d.C.)




En Scillium, pequeña localidad de Africa, año 180

Siendo cónsules Presente, por segunda vez, y Claudiano, dieciséis días antes de las calendas de agosto, en Cartago, llevados al despacho oficial del procónsul  Esperato,Nartzalo  y Citino, Donata, Segunda  y Vestia,  el procónsul Saturnino les dijo:




- Podéis alcanzar el perdón de nuestro señor, el emperador, con solo que volváis a buen discurso.

 Esperato dijo:
- Jamás hemos hecho mal a nadie; jamás hemos cometido una iniquidad, jamás hablamos mal de nadie, sino que hemos dado gracias del mal recibido; por lo cual obedecemos a nuestro Emperador.

El procónsul Saturnino dijo:
- También nosotros somos religiosos y nuestra religión es sencilla. Juramos por el genio de nuestro señor, el emperador, y hacemos oración por su salud, cosas que también debéis hacer vosotros.

Esperato dijo:
- Si quisieras prestarme tranquilamente oído, yo te explicaría el misterio de la sencillez.

Saturnino dijo:
- En esa iniciación que consiste en vilipendiar nuestra religión, yo no te puedo prestar oídos; más bien, jurad por el genio de nuestro señor, el emperador.

Esperato dijo:
- Yo no conozco el Imperio de este mundo, sino que sirvo a aquel Dios a quien ningún hombre vio ni puede ver con estos ojos de carne. Por lo demás, yo no he hurtado jamás: si algún comercio ejercito, pago puntualmente los impuestos, pues conozco a mi Señor, Rey de reyes y Emperador de todas las naciones.

El procónsul Saturnino dijo a los demás:
- Dejaos de semejante persuasión.

Esperato dijo:
- Mala persuasión es la de cometer un homicidio y la de levantar un falso testimonio.

El procónsul Saturnino dijo:
- No queráis tener parte en esta locura.

Citino dijo:
- Nosotros no tenemos a quien temer, sino a nuestro Señor que está en los cielos.

Donata dijo:
- Nosotros tributamos honor al Césarcomo a César; mas temer, sólo tememos a Dios.

Vestia dijo:
- Soy cristiana.

Segunda dijo:
- Lo que soy, eso quiero ser.

Saturnino procónsul dijo a Esperato:
- ¿Sigues siendo cristiano?

Esperato dijo:
- Soy cristiano.
Y todos lo repitieron a una con él.

El procónsul Saturnino dijo:
- ¿No queréis un plazo para deliberar?

Esperato dijo:
- En cosa tan justa, huelga toda deliberación.

El procónsul Saturnino dijo:
- ¿Qué lleváis en esa caja?

Esperato dijo:
- Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo.

El procónsul Saturnino dijo:
- Os concedo un plazo de treinta días, para que reflexionéis.

Esperato dijo de nuevo:
- Soy cristiano.
Y todos asintieron con él.

El procónsul Saturnino leyó de la tablilla la sentencia:
Esperato, Nartzalo, Citino, Donata, Vestia, Segunda y los demás que han declarado vivir conforme a la religión cristiana, puesto que habiéndoseles ofrecido facilidad de volver a la costumbre romana se han negado obstinadamente, sentencio que sean pasados a espada.

Esperato dijo:
- Damos gracias a Dios.

Nartzalo dijo:
- Hoy estaremos como mártires en el cielo. ¡Gracias a Dios!

El procónsul Saturnino dio orden al heraldo que pregonara:
- Esperato, Nartzalo, Citino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Jenaro, Generosa, Vestia, Donata, Segunda, están condenados al último suplico.

Todos, a una voz, dijeron:
- ¡Gracias a Dios!

Em nome de Cristo foram, em seguida, degolados.
(BAC 75, 352-355)


sábado, 12 de novembro de 2011

Ata de São Justino e companheiros (165 d.C.)




Venidos ante el tribunal, el prefecto Rústico dijo a Justino
—En primer lugar, cree en los dioses y obedece a los emperadores.



San Justino

Justino respondió:
- Lo irreprochable, y que no admite condenación, es obedecer a los mandatos de nuestro Salvador Jesucristo.

El prefecto Rústico dijo:
- ¿Qué doctrina profesas?

Justino respondió:
- He procurado tener noticia de todo linaje de doctrinas; pero sólo me he adherido a las doctrinas de los cristianos, que son las verdaderas, por más que no sean gratas a quienes siguen falsas opiniones.

El prefecto Rústico dijo: 
-¿Con que semejantes doctrinas te son gratas, miserable?

Justino respondió:
- Sí, puesto que las sigo conforme al dogma recto.

El prefecto Rústico dijo:
- ¿Qué dogma es ése?

Justino respondió:
- El dogma que nos enseña a dar culto al Dios de los cristianos, al que tenemos por Dios único, el que desde el principio es hacedor y artífice de toda la creación, visible e invisible; y al Señor Jesucristo, por hijo de Dios, el que de antemano predicaron los profetas que había de venir al género humano, como pregonero de salvación y maestro de bellas enseñanzas.
Y yo, hombrecillo que soy, pienso que digo bien poca cosa para lo que merece la divinidad infinita, confesando que para hablar de ella fuera menester virtud profética, pues proféticamente fue predicho acerca de éste de quien acabo de decirte que es hijo de Dios. Porque has de saber que los profetas, divin-mente inspirados, hablaron anticipadamente de la venida de Él entre los hombres.


El prefecto Rústico dijo:
- ¿Dónde os reunís?

Justino respondió:
- Donde cada uno prefiere y puede, pues sin duda te imaginas que todos nosotros nos juntamos en un mismo lugar. Pero no es así, pues el Dios de los cristianos no está circunscrito a lugar alguno, sino que, siendo invisible, llena el cielo y la tierra Y en todas partes es adorado y glorificado por sus fieles.
 

El prefecto Rústico dijo:
- Dime donde os reunís, quiero decir, en qué lugar juntas a tus discípulos.

Justino respondió:
- Yo vivo junto a cierto Martín, en el baño de Timiolino, Y ésa ha sido mi residencia todo el tiempo que he estado esta segunda vez en Roma. No conozco otro lugar de reuniones sino ése. Allí, si alguien quería venir a verme, yo le comunicaba las palabras de la verdad.

El prefecto Rústico dijo:
- Luego, en definitiva, ¿eres cristiano?
Justino respondió:
- Sí, soy cristiano. 

El prefecto Rústico dijo a Caritón:
- Di tú ahora, Caritón, ¿también tú eres cristiano?

Caritón respondió:
- Soy cristiano por impulso de Dios.

El prefecto Rústico dijo a Caridad:
- ¿Tú qué dices, Caridad?

Caridad respondió:
- Soy cristiana por don de Dios.

El prefecto Rústico dijo a Evelpisto:
- ¿Y tú quién eres, Evelpisto?

Evelpisto, esclavo del César, respondió:
- También yo soy cristiano, libertado por Cristo, y, por la gracia de Cristo, participo de la misma esperanza que éstos.
 

El prefecto Rústico dijo a Hierax:
- ¿También tú eres cristiano?

Hierax respondió:
- Sí, también yo soy cristiano, pues doy culto y adoro al mismo Dios que éstos.

El prefecto Rústico dijo:
- ¿Ha sido Justino quien os ha hecho cristianos?

Hierax respondió:
- Yo soy de antiguo cristiano, y cristiano seguiré siendo. Mas Peón, poniéndose en pie, dijo:
- También yo soy cristiano.

El prefecto Rústico dijo:
- ¿Quién te ha enseñado?

Peón respondió:
- Esta hermosa confesión la recibimos de nuestros padres.

Evelpisto dijo:
- De Justino, yo tenía gusto en oír los discursos: pero el ser cristiano, también a mí me viene de mis padres.

El prefecto Rústico dijo:
- ¿Dónde están tus padres?

Evelpisto respondió:
- En Capadocia.

El prefecto Rústico le dijo a Hierax:
- Y tus padres, ¿dónde están?

E Hierax respondió diciendo:
- Nuestro verdadero padre es Cristo, y nuestra madre la fe en Él; en cuanto a mis padres terrenos, han muerto, y yo vine aquí sacado a la fuerza de Iconio de Frigia.

El prefecto Rústico dijo a Liberiano:
- ¿Y tú qué dices? ¿También tú eres cristiano? ¿Tampoco tú tienes religión?

Liberiano respondió:
- También yo soy cristiano; en cuanto a mi religión, adoro al solo Dios verdadero.

El prefecto dijo a Justino:
- Escucha tú, que pasas por hombre culto y crees conocer las verdaderas doctrinas. Si después de azotado te mando cortar la cabeza, ¿estás cierto que has de subir al cielo?

Justino respondió:
- Si sufro eso que tú dices, espero alcanzar los dones de Dios; y sé, además, que a todos los que hayan vivido rectamente, les espera la dádiva divina hasta la conflagración de todo el mundo.

El prefecto Rústico dijo:
- Así, pues, en resumidas cuentas, te imaginas que has de subir a los cielos a recibir allí no sé qué buenas recompensas.

Justino respondió:
- No me lo imagino, sino que lo sé a ciencia cierta, y de ello tengo plena certeza.

El prefecto Rústico dijo:
- Vengamos ya al asunto propuesto, a la cuestión necesaria y urgente. Poneos, pues, juntos, y unánimemente sacrificad a los dioses.

Justino dijo:
- Nadie que esté en su cabal juicio se pasa de la piedad a la impiedad.

El prefecto Rústico dijo:
- Si no obedecéis, seréis inexorablemente castigados.

Justino dijo:
- Nuestro más ardiente deseo es sufrir por amor de nuestro Señor Jesucristo para salvarnos, pues este sufrimiento se nos convertirá en motivo de salvación y confianza ante el tremendo y universal tribunal de nuestro Señor y Salvador.
En el mismo sentido hablaron los demás mártires:
- Haz lo que tú quieras; porque nosotros somos cristianos y no sacrificamos a los ídolos.

El prefecto Rústico pronunció la sentencia, diciendo:
«Los que no han querido sacrificar a los dioses ni obedecer al mandato del emperador, sean, después de azotados, conducidos al suplicio, sufriendo la pena capital, conforme a las leyes».
Los santos mártires, glorificando a Dios, salieron al lugar acostumbrado, y, cortándoles allí las cabezas, consumaron su martirio en la confesión de nuestro Salvador. Mas algunos de los fieles tomaron a escondidas los cuerpos de ellos y los depositaron en lugar conveniente, cooperando con ellos la gracia de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.
(BAC 75, 311-316)